En la Argentina, al menos medio centenar de grupos se dedica a “recrear” a grandes bandas de la historia del rock y del pop. Integrantes de cuatro de ellos cuentan aquí cómo es ser “otro”, hablan de los límites del género y de las distintas maneras de abordarlo.
La idea no es novedosa y, mucho menos, quizás, original. O a quién, alguna vez no le dio por pararse frente a un espejo para imitar los movimientos de su cantante o de su músico favorito, o favorita.
El tema es que hay quienes en vez de conformarse con ese juego, fueron por más, saldando no sólo su propia fantasía o deseo de ser por un rato aquellos a los que admiran, sino la de muchos otros que juegan a estar ahí nomás de sus propios ídolos, por un rato, a unos pocos minutos de sus casas.
De eso se trata, más o menos, el mundo de las llamadas “bandas tributo”, “bandas homenaje” o “bandas de covers”. Que, con diferentes niveles de calidad, en la Argentina se cuentan por decenas y que, a contramano de cierto ninguneo de parte del ambiente musical, con el tiempo se consolidaron como una propuesta artística que no sólo gana público local, sino que en algunos casos consiguen una proyección internacional.
Un plan musical que implica una dedicación, una inversión en vestuarios e instrumentos que replican con obsesiva exactitud a los originales y, -a veces- una renuncia a exhibir la música propia, que en algunos casos alcanza a convertirse en un buen negocio, y que en muchos otros balancea los réditos económicos con la satisfacción del trabajo bien hecho.
“A mí, que me reconozcan por el personaje ya es un honor”, dice Richard, el Gene Simmons de Kiss Alive ( www.kissalive.com.ar ). Un clon del bajista de Kiss, logrado al cabo de horas y horas frente al espejo en busca del “movimiento exacto”. “Porque -agrega- el personaje lo puede hacer cualquiera. la cuestión es hacerlo bien.” Algo no muy distinto a lo que cuenta Pablo Padín, que hoy pasea por el mundo a su Freddie Mercury, como líder de Dios Salve a la Reina ( www.dsr.com.ar ). “En el cuarto show del grupo –que por 1998 tocaba en pubs y bares de Rosario- comencé a imitar a Freddie; y desde entonces, el personaje creció”, explica Padín.
Diferente fue el proceso que transitaron los integrantes de The Beats ( www.thebeatsonline.com ), quienes se plantearon recrear a The Beatles desde el principio de sus días, unos 27 años atrás. El grupo apuntó entonces a salirse del concepto de “banda tributo”, para montar un “espectáculo teatral”, que varía año a año, con el que homenajean a los cuatro de Liverpool. Y a dejar atrás “el circuito de pubs” para llevar la idea -y animar a otros proyectos en la misma dirección- a salas teatrales, y hasta el mismísimo Luna Park.
Lo cierto es que sea como sea que se lo llame, a la hora de salir a escena, así como Padín abandona a su Pablo en el camarín, y Richard pasa a llamarse Gene, Patricio se transforma en George Harrison. Un proceso que, aclara Horacio Pozzo, no atraviesan los miembros de Genetics, banda que interpreta a Genesis (el 4 de octubre recrearán The Lamb Lies Down on Broadway, en el Coliseo) y de la cual es tecladista.
“En nuestro caso, hacemos música que particularmente nos gusta; yo sigo aprendiendo cosas de Tony Banks. Pero Genesis no es todo en mi vida”, dice el músico, cuyo campo musical se extiende a la clásica y el jazz. Aún así, pone al cantante y frontman del grupo, Ignacio Nacho, en otro plano. “El grado de emulación lo decide cada uno; él es actor, y si tiene ganas de vestirse de negro, y caracterizarse como Peter Gabriel, está perfecto, si eso ayuda al show”, cierra el músico, de 56 años.
Todo un tema, el de la edad, si se trata de recrear a un artista inmortalizado en determinado momento de su vida. “Nunca me lo había planteado; pero está claro que hay un límite”, reflexiona Padín, a quien le faltan seis años para llegar a los 45 que vivió el líder de Queen, y con quien lo liga un parecido físico que alguna vez lo llevó a cierta confusión.
“Hubo unos cinco años de transición, durante los cuales me sentí algo extraño. La gente pretendía encontrar en mí a Freddie, cuando bajaba del escenario, y el personaje tardaba en disolverse. Hoy en día lo tengo resuelto, pero me costó adaptarme”, confiesa el cantante, que recrea a Mercury entre 70 y 80 veces al año.
Con un caudal de actividad mucho más modesto, Richard admite no tener problema y hasta disfrutar de esa “confusión”: “En nuestro caso, los fans saben quiénes somos, más allá del maquillaje; pero que me identifiquen con Simmons es muy gratificante, porque además de hacer su música, soy fan.” “No hay dudas de que hay una fecha límite”, coincide Pérez, quien esquiva decir cuántos años carga, pero no el tema. Con una rutina de shows anuales que calcula en unos 170 o 180, el músico reconoce que la actividad les reporta “un agotamiento mental y físico. Pero enseguida apela al público. “Llevamos 25 años en esto, y la gente nos sigue diciendo que sí”, sentencia. Y, se sabe; aún en un mundo de fantasía, la realidad es la que manda.
Por Eduardo Slusarczuk
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